domingo, 9 de junio de 2013

Junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS 

Rendido a vuestros pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que, generoso, concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven. ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo, soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los frágiles, y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos, para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mis males, auxilio de toda necesidad. De vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí… Aprended de Mí… Pedid, llamad…”. A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues, hoy; y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, ¡oh Señor!, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén. 

(Aquí si es posible se lee algo en honor del Sagrado Corazón. Pedir las gracias que se desean)

Imagen procesional del Sagrado Corazón del barrio sevillano de Nervión (España) Fotog.: Daniel Villalva Rodríguez

ORACIÓN FINAL 

¡Oh Jesús!, yo os consagro mi corazón, colocadle en el vuestro, pues sólo en él quiero vivir y sólo a él quiero amar; en vuestro Corazón quiero vivir desconocido del mundo y conocido de Vos solo; en este Corazón beberé los ardores del amor que consumirán el mío; en él encontraré la fuerza, la luz, el calor y el verdadero consuelo. Cuando el mío esté desfallecido, él me reanimará; cuando inquieto y turbado, él me tranquilizará. 

¡Oh Corazón de Jesús!, haced que mi corazón sea el altar de vuestro amor; que mi lengua publique vuestra bondad, que mis ojos estén siempre clavados en vuestra llaga; que mi espíritu medite vuestras adorables perfecciones; que mi memoria conserve siempre el precioso recuerdo de vuestras misericordias; que todo en mí exprese mi amor a vuestro Corazón, ¡oh Jesús!, y que mi corazón esté siempre pronto a sacrificarlo todo por voz. 

¡Oh Corazón de María!, el más amable después del de Jesús, el más compasivo, el más misericordioso de todos los corazones, presentad a vuestro Hijo nuestra consagración, nuestro amor, nuestras resoluciones. Él se enternecerá a la vista de tantas miserias y nos librará de ellas; y después de haber sido nuestro refugio y nuestra protectora sobre la tierra, ¡oh Madre de Jesús!, seréis nuestra Reina en el cielo. Amén. 



¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío! 
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! 
¡Glorioso Patriarca San José, rogad por nosotros!


Fuente y copia íntegra: La Denuncia Profética

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