miércoles, 31 de diciembre de 2014

Jamás hemos de ALABARNOS a nosotros mismos



Jamás hemos de ALABARNOS a nosotros mismos

"Los que se alaban son vanos" dice San Bernardo (Epist ad Fulcon.) 

"Sea otro el que te alabe, y no tu boca; 
un extraño, y no tus labios" dicen los Proverbios (27, 2) 

Alabarse a uno mismo es ser vano, soberbio e insensato: 

"Es la mayor de las locuras alabarnos sin necesidad absoluta" dice San Juan Crisóstomo (Homil. V. de Laudib. Pauli) 

Por esto San Pablo, después de haber hablado de sí mismo, añade: 

"He manifestado poca cordura glorificándome, 
pero vosotros me habéis obligado a ello" (II Cor 12, 11)

"No hay conversación más ridícula que la del que expone sus propios méritos" dice Themistio (Apud Stoboeum) 

Alabarse uno mismo es cosa torpe, vergonzosa y ridícula. No alabamos nuestras acciones sino por orgullo y para que nos alaben, y entonces sólo merecemos el más solemne desprecio. El que se alaba y se vanagloria, se condena y se deshonra, porque su alabanza engendra el vicio en él. La alabanza que uno se dirige a sí mismo, es una vergüenza; semejante testigo no es digno de fe, debe mirarse como testigo mentiroso y falso. Y a la verdad, ¿por qué hemos de alabarnos? Si somos conocidos, es inútil; si no lo somos, no olvidemos que a la verdadera virtud le place ocultarse.


Extracto de Tesoros de Cornelio à Lápide, "Adulación y Alabanza"

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