miércoles, 4 de mayo de 2016

Santa Mónica (4 de mayo)



Santa Mónica, viuda, madre de san Agustín.

(† 387)

Santa Mónica, gloriosa madre de san Agustín, fue de nación africana e hija de padres cristianos, que la criaron con toda honestidad y virtud. Siendo niña se levantaba de noche a rezar las oraciones que su madre Facunda le enseñaba, y era tan amiga de hacer limosna, que de su propia comida quitaba parte para dar a los pobres. Deseó perseverar en virginidad; pero condescendió con la voluntad de sus padres, que la casaron con un varón llamado Patricio, el cual, aunque era hombre noble, era gentil. Tuvo mucho que sufrir con él santa Mónica, mas fue tal su prudencia, sufrimiento y buen término, que no sólo ablandó el carácter áspero y colérico del marido, sino que también le ganó para Jesucristo. Más le costó rendir a su propio hijo san Agustín, porque siendo mozo se enredó en los vicios y liviandades y en los desatinos de los herejes Maniqueos, y la santa madre derramaba ríos de lágrimas por su hijo, y clamaba de día y de noche sin cesar al Señor, suplicándole que lo sacase de aquella profundidad de errores y torpezas en que estaba. Era esto de manera que no podía reposar ni sosegar en espíritu, y así acudiendo una vez a su santo obispo, rogándole que le enseñase y convenciese, el buen obispo la consoló diciendo: "Por vida vuestra, señora, que no es posible que perezca un hijo de tantas lágrimas". Quiso san Agustín dejar la ciudad de Cártago, donde leía retórica, y pasar a Roma para valer más. Procuró la santa estorbárselo por todos los medios que pudo; y en fin él la engañó y se fue a Roma, donde tuvo una grave enfermedad, de la cual lo libró el Señor por las oraciones de su buena madre, la cual se determinó cruzar el mar y buscarlo por Italia. Lo halló en Milán, a donde había sido enviado de Roma para enseñar retórica, y en aquella ciudad, con la comunicación y sermones de san Ambrosio, se convirtió y bautizó, a los treinta y cuatro años de edad. Volviendo, pues, santa Mónica muy consolada y alegre con su hijo san Agustín, para África, y habiendo llegado a la ciudad de Ostia aguardando embarcación, hablando a solas con su hijo del amor y deseo de las cosas celestiales, le dijo que nuestro Señor le había cumplido su deseo de verle cristiano, y cayó luego enferma tan gravemente, que a los nueve días pasó de esta vida mortal a la vida perdurable, siendo de edad de cincuenta y seis años. Desde que murió esta santa, se hizo memoria de ella con singular veneración en toda la Iglesia.

Reflexión:

De su madre, dice san Agustín, que gobernaba su casa con gran piedad, ejercitándose continuamente en loables obras, que criaba sus hijos en el temor de Dios, regenerándoles tantas veces, cuantas ellos se apartaban del camino de la virtud, que era muy amiga de hacer amistades entre las personas que se tenían mala voluntad, y que nunca refería cosa que hubiese oído de los unos a los otros, procurando en todo unir los corazones desunidos y quitarles la amargura del odio con la dulzura de la santa caridad. Tengan presente este ejemplo todas las madres y señoras cristianas, para que sus familias sean un cielo de paz, y críen sus hijos, no para ser unos condenados del infierno, sino para verles gozar de su gloriosa compañía en la gloria. Y si se apartaren, como san Agustín en su mocedad, del camino del bien, no cesen como santa Mónica, de rogar por ellos al Señor, hasta lograr su conversión.


Oración: 

Oh Dios, consuelo de los afligidos y salud de los que en ti esperan, que atendiste misericordiosamente a las piadosas lágrimas de la bienaventurada Mónica en la conversión de su hijo Agustín, concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestros pecados y hallemos el perdón de ellos en tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

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